Cualquier momento es bueno para hablar de poesía y zambullirse en el océano de los libros, mientras el tiempo pasa y los versos le toman la delantera. Pero si previamente se ha disfrutado de una buena comida, el colofón literario, de tan intenso y puro, puede alcanzar las cimas de lo inefable y romper las barreras del olvido para instalarse en los recuerdos al aire libre, aunque la lluvia azote las plantas del jardín y alguien, a su manera, las riegue con ingenio y una brizna de audacia.
Comer, beber, leer poesía… No hay mejor modo de pasar una de esas jornadas que denominan de reflexión, cuando uno ha reflexionado más que de sobra sobre el sinsentido de la mascarada del día siguiente. En tardes como ésta, un buen ajo arriero enciende las estufas corporales, antes de hacer la corte a un espléndido rabo de toro, tierno, jugoso, con la grasa justa, sabrosísimo… y sin cebolla. Todo ello regado con mostro de la época, suave pero matón. Como broche de oro, tras un pastel a base de membrillos, café y un güisqui de quilates, hablé de muchas cosas con Mariano Rivera y, cómo no, saltó sobre el tapete su libro más reciente, Entre sombras, publicado por Huerga & Fierro, que el poeta presentará, el jueves 24, en Jerez. Y ésta es la entrevista que, entre palmas y alegrías –metáfora, en este caso, de placeres vitivinícolas y primores prenavideños-, nos regaló el autor.